Yo no las he leído. En realidad, tampoco estoy segura de que existan. O quizás sí. Ahora que lo pienso, recuerdo haber hojeado algún suplemento dominical en el que se daba noticia de su próxima publicación. Me refiero a las cartas que Milena Jesénska, escritora y periodista checa, le dirigió a Franz Kafka durante buena parte de sus vidas. O al menos eso es lo que se deduce del epistolario de Kafka, que sí he leído con placer y atención, como quien entreabre de puntillas una puerta mal cerrada y disfruta en secreto de lo visto.
Porque leyendo las cartas de Kafka es posible leer entre líneas las cartas de Milena. Éste es el abracadabra de la literatura epistolar: quien dirige hacia otro el rumbo incierto de su escritura se construye a sí mismo y construye a su vez la presencia añorada. De ahí que al mirar lo que nos fue vedado en realidad veamos mucho más, y a veces (objetivo sin duda indeseado) incluso nos veamos a nosotros. Kafka escribe a Milena muchas veces en contra de sí mismo, y en esa grieta enorme que se abre entre los dos, o entre Viena y Praga, cabemos los espías. Qué sería del mundo sin la curiosidad.
Probablemente habrá quien se apresure a lamentar el destino de Milena, sombra pálida del hombre que la amó, condenada por nuestros prejuicios a un injusto segundo puesto en el pódium olímpico de la literatura universal. Yo, que estas semanas he hablado mucho con ella, en realidad la envidio. Como es tímida, se beneficia del consuelo de hallarse incorporada a una escritura ajena, la escritura de alguien que siempre la juzgó superior en talento. Como es vanidosa, sabe que haber perdido un puesto en el incierto ránking de la gloria le garantiza un destino más alto: el del olvido.
Les sugiero que, como yo hice, se sacudan en seguida la mala conciencia por detenerse a observar la intimidad ajena. En realidad, la intimidad (eso que unos llaman mundo interior y otros, con más fortuna, agujeros del yo) sólo puede ser ajena. Me figuro que eso es lo que diría Kafka si alguien se hubiera interesado en preguntárselo. Por eso eligió el fuego como destino póstumo para sus manuscritos, un destino que aquel amigo con nombre de payaso y apellido de pan decidió revocar sin consideración alguna. Kafka, como Pessoa, de complexión apátrida y vocación asmática, no dispuso de sí ni ante su propia muerte. Kafka, frente a Pessoa, había llegado al mundo en julio, bajo la protección incierta de la estrella de Sirius.
A quienes somos hijos naturales de la canícula todo nos aburre soberanamente y encontramos difícil acomodo en el vago transcurso de las horas. Amamos y tememos los cambios por igual, o tal vez los amamos precisamente porque los tememos. Ahora, mientras me salto el rígido horario de oficina escribiendo este artículo, batallo contra las miradas que me dirigen mis compañeros de trabajo y pienso en la tierra incógnita de la imaginación. Esa que ni siquiera el jefe más tirano le puede arrebatar a quien la pisa. Los nacidos en julio, horóscopo mediante, hacemos profesión de vivir en las nubes, cazar ciento volando y tener la cabeza atestada de pájaros. También Kafka tenía su oficina, su jefe e incluso su tuberculosis, pero ni los unos ni la otra minaron el solar de lo soñado, el huerto concluido de las fuentes que riegan lo que nunca se vivió porque se prefirió guardar para después. En la primera de las cartas que le envía, Kafka le escribe a Milena: "Al menos tiene usted una patria, posesión de la que no todos pueden preciarse". Sospecho que hoy casi nadie tiene patria. Felicidades, pues, a los nacidos en julio y a quienes, como ellos, sólo saben vivir entre fronteras de aire.________________________________________
Comentarios
La curiosidad y los caminos del ocio me han acercado a este texto. No sé cómo llegué hasta aquí y probablemente no recuerde el camino de nuevo. Sólo sé que estoy profundamente conmovido por lo que en este espacio se ha escrito, con la sencillez - o más bien una secreta complejidad - que tienen las certezas: "al mirar lo que nos fue vedado en realidad veamos más...incluso a nosotros mismos". Yo una vez escribí a una enamorada la siguiente frase "la carta que no te escribo es la que más cosas dice". Y creo que es sólo hasta hoy que realmente he entendido su significado. Somos todos kafkas y milenas, porque quien escribe tiene la posibilidad de ser todo el mundo al mismo tiempo y vivirlo todo, como si la palabra redimiera nuestro destino finito." Comentado por Rafael Velásquez ( Revista poética Almacén)
Primera y última carta de Franz Kafka a Mílena Jesenská, enviadas entre 1920-1922
Le escribí unas líneas desde Praga y luego desde Merano. No ha habido respuesta. Por supuesto, esas líneas no exigían contestación inmediata y si su silencio no es más que una señal de una relativa bienaventuranza _lo cual con frecuencia se traducen una cierta resistencia a escribir _ me doy por satisfecho. Pero también existe la posibilidad de _y por eso le escribo _ de que mis líneas la hayan herido de alguna manera. ¡Qué torpe sería! ¡Mí mano, contra toda mi voluntad!, si ese fuera el caso. O bien _y eso sería mucho peor por cierto _que ese momento de sereno respiro, al cual usted aludía, haya pasado y una vez más se inicie una mala época para usted.
Acerca de la primera posibilidad no sé qué decir. ¡Es algo tan ajeno a mi y lo demás me toca tan de cerca! Respecto a la segunda posibilidad no le brindaré consejos _¿cómo podría aconsejarla yo?_; me limitaré a formularle una pregunta: ¿Por qué no abandona Viena por un tiempo? ¿Usted no carece de asilo como otra gente? ¿No extraería nuevas fuerzas de una estadía en Bohemia? Y, si por razones que yo desconozco, no quisiera visitar Bohemia, podría viajara a algún otro lugar. Quizás incluso Merano sea conveniente. ¿Lo conoce?
De modo que espero dos cosas. La continuación de su silencio, lo cual significa: “No hay razón para preocuparse, me va bastante bien.” O bien unas pocas líneas.
Afectuosamente, Kafka.
He advertido, de pronto, que en realidad no recuerdo su rostro en detalle. Sólo creo ver aún su figura, su vestido, mientras usted se alejaba entre las mesas del café.
Última carta:
Estimada Milena:
Desde hace tiempo permanece aquí el fragmento de una carta destinada a usted, pero no me llega el momento de continuarla. Los antiguos males han descubierto mi refugio, me han asaltado y me han sometido bastante. Todo me significa un esfuerzo. Todo rasgo trazado con la pluma, todo lo que escribo me parece demasiado importante, como si no guardara relación con mis fuerzas. Y cuando escribo “afectuosos saludos” ¿tendrán realmente esos saludos la fuerza necesaria como para llegar a la bulliciosa, tumultuosa, gris y urbana I _strasse, en donde yo y lo mío no podríamos respirar? Por eso opto por no escribir, espero que lleguen tiempos mejores o peores y permanezco aquí, atendido con eficacia y ternura hasta el límite de lo posible en la Tierra. El mundo sólo llega a mí _aunque de manera muy contundente _a través del alza del costo de vida. No recibo diarios de Praga, los de Berlín me resultan muy caros. ¿Y si usted me enviara, de vez en cuando, algún recorte del Národní Listy, algo al estilo de lo que solía causarme tanto placer? Desde hace algunas semanas, mi dirección es: Steglitz, Grünewaldstrasse 13, Doto. H. Seifi’rt. Y ahora insisto en enviarle mis “afectuosos saludos”. ¡Qué importa si caen al llegar a la puerta del jardín! Quizá eso contribuya a acrecentar su fuerza.
Suyo, K.
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"Una mañana en los EE. UU. Borges se despertó y me dictó un poema", contó María Kodama. "Se llama "Ein Traum", un sueño, y pueden encontrarlo en "La moneda de hierro" de 1978. Borges se caracterizaba, llevado por su perfeccionismo, por corregir sus poemas, no sólo mientras los escribía, sino también de una edición a otra de sus obras. Este es el único de toda su obra que jamás corrigió. Un día le pregunté por qué. Su respuesta fue asombrosa. Me dijo que ese poema le había sido dictado en sueño tal cual me lo había dicho, y que por lo tanto no tenía derecho a cambiarlo. Kafka se lo dictó".
"Generlamente, él me contaba los sueños que tenía. Y como yo también soñaba bastante, nos divertíamos mucho intercambiándonos sueños, y las pesadillas también, porque yo también tenía y tengo pesadillas a veces. Y después compartíamos el alma, que es compartir la vida, que es compartir tantas cosas."
COMO SERIAN LAS CARTAS DE UNA MUJER A LA QUE TREMENDO ESCRITOR DICE:
ResponderEliminarEstos cruces de cartas tienen que cesar, Milena, nos enloquecen, uno no sabe lo que ha escrito ni lo que ha contestado, y tiembla constantemente imaginándoselo. Entiendo muy bien tu checo, también oigo las risas, pero en tus cartas me cavo un túnel entre la palabra y la risa, finalmente sólo oigo la palabra, y por otra parte es ésa mi esencia: temor. […]
QUE TEMA ESTE, LA RELACION DE HOMBRE-MUJER SOLAMENTE POR LA PALABRA.
No sè si existen, pero existieron ! sin ellas no se habrìan escrito las Cartas a .. Esta historia, asi como muchas prueban el poder de la palabra.
ResponderEliminarMe quedo con curiosidad, còmo es el poema que Kafka dictò a Borges?
Besos Ceci.
todo un tema Rob, éste .. y en general cada forma de relacionarse .. hombre-mujer, mujer-hombre
ResponderEliminarclaro que las hubo ! sin las Cartas de Milena, las de Kafka serían ... un monólogo. Serían?
Asi es Mimi, coincidimos .. es lo que le digo a Roberto.
ResponderEliminarLa palabra tiene una gran fuerza, si !!
Ese poema .. uhhh! a mí me encanta, lo pondré en una próxima entrada.
Besos Mimi, gracias !
Mi nombre es Milena y quisiera que me quieran como Kafka quiso a Milena Jesénska, también sere periodista, pues estoy estudiando la carrera. Panamá
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